lunes, 2 de junio de 2008

De Nasca: La calaverita (Por : Salvador Navarro)

Llama mucho la atención observar que en un apreciable número de huacos o ceramios de finísima arcilla nasquenses se encuentra a menudo como motivo ornamental, la representación de cabezas humanas. Muchas de ellas aparecen sostenidas por un cordel que pasa por las perforaciones hechas en el parietal; otras aparecen llevadas al cinto, como trofeos de sus bárbaros poseedores. Pero, ¿Por qué hacían esto los antiguos nasqueños? ¿Obedecían a algún secreto rito? ¿O se trataba de una expresión de superioridad guerrera? ¿Qué fue en realidad? Es posible que las cabezas humanas que concitan nuestra atención, bien pudieran significar trofeos de guerra, con la facultad de otorgar algún poder especial. Pero es importante que resaltemos la siguiente información que se lee en las vitrinas del Museo Arqueológico de Pueblo Libre: “A la cabeza Humana, se le atribuyó contener el espíritu y el poder del personaje a quien pertenecía. Por tanto, el saber y el valor de un ser humano, podía ser tomado con su cabeza. “Este fue el motivo por el cual la caza y conservación de la cabeza humana, fue una actividad ritual y cotidiana entre los pueblos guerreros.” Y, como rezago de esos ancestros, aún se arrastra la costumbre en los pueblos de la sierra y en muchos de la costa, de velar una calavera. Es decir, tenerla para rezarle y prenderle su vela en determinadas fechas, a fin de obtener su protección en caso de robos y desgracias, así como para defensa frente a las “apariciones” o seres ya “desencarnados”; pero sobre todo, para atraer la buena suerte. En las peleas de gallos, no hay gallero que no tenga su “calaverita”, a la que no le falta su velita prendida, que es la llama de esperanza para conseguir el triunfo de su “cenizo” o de su “ajiseco”. A este respecto, es lamentable decir que en Nasca los depredadores de tumbas no perdonan el descanso eterno de un gallero, jugador o huaquero difunto, porque los estiman sobremanera para compañeros y guardianes de sus símiles vivos. Es muy difícil que a cualquier brujo que se respete, pueda faltarle su “calaverita” para la buena suerte, siempre pronta a recibir el aura de su infaltable velita. Y si no, aquí les va esta pequeña historia, tal como me la contaron: “De pronto, sentí un extraño ronquido proveniente de la mesita en que se encontraba mi inseparable calaverita. Silenciosamente me levanté y observé la tenue lucecita de la vela que se extinguía. Hice la señal de la cruz y volteé para retornar a mi cama. No pude contener un grito de horror al descubrir en la blancura de la sábana el repugnante desliz de una enorme tarántula negra. Tembloroso, cogí mi zapato y de un certero golpe la maté.” Fue ésta la reseña que en Ica me hiciera mi amigo Lucho, el famoso brujo Lucho, el de las extrañas ojeras alrededor de unos cansados ojos, que sugerían que su propietario había visto más cosas de este y del otro mundo, de las que querría uno saber. Vivía en una casita cercana al cementerio de Saraja, y solía decir: -¡Después de Dios y el Señor de Luren, mi calaverita! Más sinopsis sobre De Nasca: La calaverita
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De Nasca: La calaverita por Salvador Navarro Cossio 2008