viernes, 6 de junio de 2008

Un iqueño en Nasca (Antonio Caro)

Estuve en Nasca, pero en realidad parecía no ser Nasca, en su transformación tan rápida y tremenda que llama al interrogante. A esa ola incontenible de su progreso la empuja su legendario ancestro, su riqueza agrícola, minera, y su privilegiada posición geográfica. El nuevo trazo de sus calles y su pavimento de seis pulgadas de espesor ha transformado su fisonomía urbana. El semblante de las gentes emana orgullo y regocijo. Caminé calles arriba y una amplia y novísima avenida me llevó a un imponente y gris edificio que no pude saborear en su interior pero que su aún fresca placa conmemorativa dice con sintética elocuencia “Nuevo Camal de Nasca”… Deambulo ya de noche por calles y plazuelas y me pregunto quién esgrimió la varita mágica del Sésamo ábrete para Nasca, quién transformó la tierra y el polvo en concreto y por quién se edificó ese camal que también necesita Ica. Pregunté al chofer, pregunté al transeúnte, pregunté al vendedor ambulante y al emolientero, y de labios de todos salió un nombre: fue Navarro. Pero, qué Navarro, interrogué, -Cómo, ¿no conoce a Salvador Navarro, al flaco, a Navarrito? -, y con un gesto de incredulidad el noctámbulo emolientero se dispuso a atender a su cliente. Recién entonces recordé al flaco y juvenil amigo del año 1937, corriendo detrás de la pelota en los campos de Eccles y San Miguel, y se me reflejó como el noctámbulo emolientero, exprimiendo hasta el colmo el limón de la Ley 12676 en el vaso romántico de su Nasca. Nota.- La Ley 12676 creó el Fondo Nacional de Desarrollo Económico y las Juntas Departamentales de Obras Públicas. Salvador Navarro Cossio es único delegado de Nasca ante la Junta de Ica. Ica, setiembre de 1961. (Publicado en el diario La Opinión, Ica, 27 de setiembre de 1961)

martes, 3 de junio de 2008

El Negro Machete (Miguel Oblitas Bustamante)

Esta historia transcurre hacia el año de 1946, cuando Nasca aun contaba con tres calles de este a oeste : Bolognesi, Lima y Callao y tres de sur a norte: Grau, Arica y Tacna. Juan Matta la calle de la planta eléctrica de ese entonces tenía solo 2 cuadras unidas por una pared que cerraban paso hacia Aja (terrenos de los Matta y los Bocanegra). La mayoría de las casas fueron reconstruídas despues del terremoto del 24 de agosto del 42.
Don Miguel Bustamante Molina relojero, platero y joyero de fuste y el único en la provincia por muchos lustros. El en sus años mozos fué muy aficionado al palo trinador (guitarra) que tocaba muy bien compartiendo innumerables jaranas con el zambo pisqueño, Don Leopoldo Forero.
Nuestro abuelo Miguel, llamaba a su pequeña hija Rosario "Charola" quien a la sazón contaba con 7 años. Ella desde pequeña empezó a querer la música y el oficio de la relojería y joyería que aprendió de su padre. Asimísmo contemplaba a Don Miguel cuando negociaba y conversaba con algunos personajes de aquella Nasca añeja, que aún late en nuestro corazón. Nunca olvidaría la memoria fotográfica de Charola los rostros del Dr. Valle, los Bocanegra, los De La Borda, el bicicletero Falcón, el repartidor de periódicos Benjamín Camacho, Eliséo Carbajo eximio músico que venía desde Ica, los "cholos" vistantes de algún lugar de los escarpados andes del sur de Ayacucho y a los afronasqueños de El Ingenio, Cabildo, Coyungo, Changuillo y alrededores.
Por esos años fué muy famoso como chismoso el negro Monterolo que paseaba el bulto descalzo por la ciudad. Pero el negro de nuestro cuento es otro y muy peculiar como el antes mencionado. Este otro personaje apodado el Negro Machete era un vendedor de chicharrón, quién al grito de: ¡¡OREJITA DE CHANCHO!! ofrecía su producto por las calles de la otrora Villa de Santiago de la Nasca. En una oportunidad Don Miguel Bustamante ocurrente como el mismo, intentó llamar la atención de alguna travesura a Charito y aprovechando el paso de tan peculiar vendedor, dijo: -Cuidado que ese negro se lleva a los chicos y se los come y despues vende sus orejas. - no escuchas acaso que dice ¡¡OREJITA DE MUCHACHO!! . La sola presencia del Negro Machete asustaba, todo esto sumado al parecido de OREJITA DE CHANCHO con OREJITA DE MUCHACHO aterró mas a la pequeña que desapareció velozmente. Durante buenos minutos no aparecía Charito por ningún lugar de la casa de Don Miguel, ¡Charo, Charola! llamaba Doña Magdalena Cruces Vera esposa de nuestro abuelo. Charo permanecía escondida debajo de la cama de los abuelos, esperado desapareciera tan tenebroso personaje que pasó vendiendo por la puerta de la relojería en el 465 de Bolognesi. ¡Charo! continuaron buscando pero ella no respondía ni pío, mientras a lo lejos se alejaba la terrible voz del Negro Machete : ¡¡OREJITA DE CHANCHO!! la pequeña escuchaba: ¡¡OREJITA DE MUCHACHO!!. Al diablo -dijo- mejor no salgo hasta nuevo aviso.

lunes, 2 de junio de 2008

María Reiche y Rossel Castro: sobre las Líneas de Nasca (Salvador Navarro)

Sobre las numerosas especulaciones vertidas acerca del significado y mensaje de las líneas y dibujos de las pampas de Nasca, el destino, puso a través del tiempo frente a frente a dos personajes que en otro momento se conocieran, ambos con teorías parcialmente opuestas en este fascinante tema de los geoglifos. El uno, el ya fallecido e ilustre sacerdote e historiador Alberto Rosell Castro; y el otro, la sabia alemano-peruana María Reiche de 93 años incansable abnegada y permanente estudiosa de estos geoglifos. Mientras Reiche sostiene que se trata del Mapa Astronómico más grande del mundo, Rossel Castro indica que son observatorios Astronómicos pero que, fundamentalmente, son proyectos de irrigación y parcelación agraria. En su libro Arqueología del sur del Perú (1977), en el capítulo “Galerías filtrantes de la hoya del río Grande de Nasca”, Rossel Castro trata in extenso el tema de los acueductos de Nasca y su tesis que relaciona el sistema de los puquios con los dibujos de las pampas. Alberto Rossel Castro, el curita historiador, llegó a Nasca el año 1941 para hacerse cargo de la parroquia de esa jurisdicción. El año 1942 vivió con el pueblo nasqueño la terrible experiencia del terremoto del 24 de agosto. Vio cómo se destruía el templo junto con la mayoría de edificios del pueblo. La reconstrucción de la ciudad fue una tarea de largo aliento en la que él también puso el hombro. Tomó a su cargo la implementación de una capilla que se erigió en la Av. Canales, hoy Av. María Reiche, e inició el proyecto para la construcción de un nuevo templo, que no se llegaría a concretar sino hasta treinta y cinco años después. En el año 1946, era concejal inspector del Museo y Biblioteca, en la Junta Municipal Transitoria que presidía José Pazos Mata. El cargo le caía como anillo al dedo por su inclinación a las investigaciones arqueológicas. Investigaba la diversas formas de la cultura Nasca, rescataba los ceramios para el Museo y se interesaba por las líneas de Nasca y el sistema de acueductos que cruzaba el valle bajo los ríos de Nasca. Fue en esa época que llegó a Nasca María Reiche y él fue el encargado de facilitarle los medios para su trabajo de campo en las Pampas.(En: Cronista de Nasca, Lima, 2008) Más sinopsis sobre María Reiche y Rossel Castro: sobre las Líneas de Nasca
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María Reiche y Rossel Castro: sobre las Líneas de Nasca por Salvador Navarro Cossio 2008

Monterolo y las arañas del templo (Salvador Navarro)

Casi todos los pueblos tienen un personaje raro o típico, que de una u otra forma, no dejan de ser parte de su historia o folklore. Pues bien, hace muchos años hubo uno en Nasca que llevaba por nombre, o le decían, Monterolo. Había nacido en la hacienda Achaco, hijo de "Cochinilla", Benjamín Céspedes. Al cuento de esta historia, tendría nuestro personaje unos treinta años de edad, y su rara y displicente figura de negro bisojo se dejaba ver por las modestas calles del vecindario, siempre descalzo, mostrando sus enormes y achatados pies que se acompasaban al andar con sus entumecidas rodillas. Como resultado de su permanente enemistad con el agua y el jabón, su ensortijada y negra cabellera se elevaba desvergonzadamente revuelta sobre su enorme cabeza. Monterolo, pese a su indescriptible apariencia, era por demás inofensivo. No era altanero, más bien callado, pero, eso sí, muy observador y chismoso, sobre todo en lo que se refería a correrías de alcoba. Y, resulta pues que este simple personaje vino a ser el principal protagonista de un hecho realmente insólito en la tranquila y aldeana vida de la Nasca de comienzos del siglo pasado, tanto que aún se recuerda y comenta hasta nuestros días: "El robo de las arañas del templo de Nasca". Aquel hermoso templo neoclásico que alguna vez lució sus encantos de definida influencia arquitectónica francesa, en el más destacado lugar de la Plaza de Armas, hasta que lo destruyó el terremoto del 24 de agosto de 1942. He aquí que una apacible tarde a mediados del año 1939, cuando se honraba la sagrada costumbre de la siesta a la hora en que más fuerte atenazaba la canícula que eternamente vive el cálido valle de Nasca, la lánguida calma se vio repentinamente rota a la voz de -¡Se roban las arañas! Y el grito corrió como reguero de pólvora por las apacibles y escasas calles de la ciudad, haciendo trizas la tranquilidad pueblerina del vecindario nasqueño. ¿Qué había pasado? Que el negro Monterolo, el inofensivo y chismoso vagabundo nasqueño que vivía siempre ocupándose de la vida ajena y controlando lo que acontecía en las casas del vecindario, había reparado en que del techo del templo sospechosamente se estaban descolgando las famosas arañas. Vio además, que descargaban bultos de un carro desconocido en el pueblo, el cual se hallaba estacionado en las cercanías del templo. Vio los cajones, la viruta, los papeles y cartones propios de embalaje regados por el suelo del templo y, al instante coligió que debían contener otras arañas por demás corrientes para reemplazar las valiosas. No trepidó en salir corriendo con la voz de alarma a todo pulmón: -¡Se roban las arañas! ¡Se roban las arañas! Consternados, indignados, decididos los nasqueños impidieron la expoliación. Lo cierto es que a partir de entonces, Monterolo dejó de ser el antipático negro de las esquinas, para convertirse en el agradable moreno merecedor del aprecio y las propinas de una comunidad agradecida, que por él, no solo se impidió la pérdida del preciado bien, sino que puso a prueba el espíritu del pueblo nasqueño y lo hizo tomar conciencia de que era capaz de reaccionar con gran solidaridad en defensa de lo suyo. ¿Y las arañas? A la postre tuvieron un triste final, pues con el terremoto del 24 de agosto de1942, acabaron sepultadas con el templo.Síntesis de un relato del libro "Cronista de Nasca", Lima, 2008. Más sinopsis sobre Monterolo y las arañas del templo
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Monterolo y las arañas del templo por Salvador Navarro Cossio 2008

Con don Justo Pastor Rivas, descubridor de la mina de Marcona (Salvador Navarro)

Yo, bastante joven; él, venerable anciano. Su figura me era ya muy familiar; diariamente, a la salida del trabajo en las oficinas de Christiani Nielsen en el puerto San Juan, lo veía sentado en un muro contemplando el mar. Circunstancialmente nos hicimos amigos y ya nos fue norma esperarnos uno al otro diariamente a las cuatro de la tarde. Recorríamos la soledad de la playa hasta que las sombras terminaban con el crepúsculo vespertino. ÉL era negro, de mediana estatura y facciones finas. Siempre con su inseparable sombrero de paño plomo. De amena y fluida conversación, denotaba no solamente educación y cultura sino una franqueza que armonizaba con cierta ingenuidad casi infantil. Él era el descubrido de la mina de hierro Marcona, valiosísimo yacimiento que enriqueció la economía del país en la década de los cincuenta. Don Justo la llamaba "Mi mina". Ahora solo era un humilde garitero que recibía humildísimo salario. ¿Qué conversábamos? Infinidad de temas. De películas mudas, con Edie Polo a la cabeza repartiendo golpes con ocho o nueve bandidos; de la enigmática e incomparable Greta Garbo o del fabuloso Chaplín de la mano con su pibe palomilla. Del Alianza Lima con sus endemoniados negros José María Lavalle y el Manguera Villanueva bailando marinera y haciendo piruetas con la pelota.... Lo cierto es que nos hicimos grandes amigos. Cierta vez lo invité a almorzar conmigo en el comedor de empleados; fue un domingo, y no lo olvido porque no pusieron pan en ese almuerzo con don Justo, por el siguiente hecho anecdótico, difícil de olvidar: el personal de empleados, lo conformábamos, en su mayoría, un grupo de –en ese entonces– muchachos de Nasca, con excepción de César Pradel y Pedro Alva, solteros, que, venidos de Lima, constituían un significativo aporte a la camaradería en nuestro centro de trabajo. El día anterior, sábado, después de muchas peripecias, se había logrado cazar un inmenso cóndor, ave de gigantescas alas que volando a alturas de veinte mil pies sobrepasan algunas veces los Andes para venir a las costas en busca de alimento. No obstante ser una locura lo que se le ocurrió a Tomás Taylor, único chalaco del grupo, lo secundamos en la idea de darnos un banquete con el tremendo animal. Para convencernos empleó un convincente palabreo, diciéndonos que era un delicioso manjar, más agradable que el pavo y el chancho asado. Creímos todo esto con inocencia, y sin más ni más, cargamos con el cóndor muerto a la playa donde hicimos una fogata y con agua hirviente procedimos a desplumarlo, abrirlo, destriparlo y limpiarlo. Todos nos creíamos expertos, pero en verdad nadie sabía nada de nada. Sólo pensábamos en comerlo. No almorzamos para tener más apetito. ¡Qué afán! Lo llevamos a la panadería de Cabrera y lo metimos al horno. ¿Qué podíamos saber nosotros de cuestiones culinarias? Lejos de nuestras esposas, solteros por accidente, creíamos ciegamente en lo que Taylor nos dijera, así que nuevamente retornamos a la playa esperando que se cumplieran las dos horas de cocimiento al horno, mientras nos solazábamos discurriendo que muy pocas personas podían haber disfrutado de un festín como el que se nos aproximaba. De pronto, un raro y desagradable olor que iba en aumento nos dejó paralizados. Corrimos a la panadería y allí nos detuvimos, incapaces de ingresar pues una terrible y pestilente emanación que de allí salía nos impedía, humanamente nos bloqueaba la entrada. Al fin, desesperados y tapándonos la nariz con trapos húmedos logramos sacar, chamuscándonos, al ya chamuscado por completo infeliz cóndor. Jalándolo como pudimos, lo arrojamos al mar. Mientras tanto, todo era alboroto en el campamento. Las amas de casa se asomaban por puertas y ventanas para decirnos improperios y muchas lisuras, varias de ellas hasta nos corretearon con escobas y cacerolas para golpearnos. Todo el campamento quedó impregnado de ese nauseabundo olor a carne podrida horneada. Todo esto fue quizá la postrera venganza del orgulloso gigante de las alturas Más sinopsis sobre Con don Justo Pastor Rivas, descubridor de la mina de Marcona
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Con don Justo Pastor Rivas, descubridor de la mina de Marcona por Salvador Navarro Cossio 2008

Personajes de Nasca: El Marqués de Eulestia (Salvador Navarro)

Qué lejano el tiempo polvoriento en la infancia cuando en Nasca, casi una aldea, era una aventura llegar al encanto de la cocha de Bisambra y chapotear en sus aguas bajo el incesante cacareo de las gallaretas escondidas en los juncos de sus orillas. Infantiles momentos de quienes ya pasaron al reposo de los idos o son reposados abuelos en el invierno de sus vidas... Fue en uno de esos andares que aparece en el recuerdo, la figura de uno de los personajes folklóricos más interesantes de Nasca: el Marqués de Eulestia. No muy alto; su delgada y negra estampa destacaba las no desagradables facciones que coronaban en negro y ensortijado cabello, con mirada que dejaba aflorar una curiosa inteligencia que obligaba a su interlocutor a poner interés en lo que él decía. ¿Su vestir?, pues, sí, de singular elegancia. Con sarita en verano y sombrero berzalino en invierno. Siempre a la moda. Por algo era sastre, y de los buenos. ¿Dinero?, sólo lo que ganaba con el acierto de sus agujas y tijeras. No llegaba por entonces a los treinta abriles y sus décimas y poemas eran el toque preciso y oportuno en cuanto festejo y reunión se daba en la villa. Indudablemente, Nasca tuvo en él una anticipada versión de Nicomedes Santa Cruz. Aunque su nombre real y verdadero era Críspulo Restituto Molina, él decía llamarse Marqués de Eulestia, pretendiendo tal denominación por haber sido quizá alguna vez en sus años mozos en Lima, aprendiz con el sastre que vistió a don José de la Riva Agüero propietario del nobiliario título de Marqués de Aulestia¬.Nuestro personaje vivía en ell Barrio de las Latas de Nasca; este había sido el escenario en que se habían desarrollado las últimas andanzas del Marqués. Por entonces él ya estaba perdido en las garras del alcoholismo, que finalmente, en un súbito colapso, lo llevó a la tumba. Ironías de la vida. Él, que pocos días antes reíase con Pío Dávila y en contrapunto a una décima, le decía: El que es cojudo al cielo no va Porque lo joden aquí Y se lo tiran allá. Pobre Marqués, tirado sobre unos pellejos en el húmedo suelo de una cantina del Barrio de las Latas, yacía muerto y solitario sin que ninguno de sus tantísimos amigos lo acompañara en su mortal soledad. Por suerte, alguien avisó a Tiburcio Rojas, joven vecino nasqueño con quien el Marqués se trataba de pariente y que acababa de llegar de Lima en su camión interprovincial. Tiburcio, con gran sentimiento y tristeza, viendo el solitario abandono de los restos del criollo payador, llamó a su hermano Julián y ambos se hicieron la solemne promesa de enterrar digna y cristianamente a tan genuino representante de la bohemia nasqueña. Sin embargo, una gran preocupación embargaba a los hermanos Rojas. El velorio estaba vacío. No había nadie. Las horas transcurrían y seguía la triste soledad. -¿Qué hacemos?-, se decían, -¿De dónde sacamos gente? Otra vez la suerte batió sus alas benevolentes con la aparición de Characuta, fiel y abnegado súbdito de Baco. -Por si acaso-, díjole Julián a Tiburcio, -voy a mandar por unos tragos, de manera que tú, Characuta, que eres buena gente, te vas donde Lisung y te compras una lata de cañazo, una rueda de cigarrillos Nacional y media arroba de coca. Toma la plata. Y Dios, en su grandeza, no podía abandonar al bueno del Marqués. No bien regresó Characuta con los encargos, el tremendo tufillo –no tufillo sino tufo– de su curtida garganta lo delató haberse anticipado a todo protocolo innecesario en él, descubriendo la pureza y fuerza del bendito trago. Salió disparado el Characuta como chasqui con pescado para el Inca y ¡Oh prodigio!, comenzaron a llegar los "patas" del finado. No se podría saber si fue por los informes del Characuta o por el olímpico olfato de que dispone la mundial cofradía de los borrachos. Lo cierto es que fue llegando tanta y tanta gente que ya no cabía en la cámara mortuoria y copó casi el Barrio de las Latas; y, caso curioso, cada cual llevó su vela que, prendidas en la noche, con la ciudad a oscuras -ya que la luz Más sinopsis sobre Personajes de Nasca: El Marqués de Eulestia
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Personajes de Nasca: El Marqués de Eulestia por Salvador Navarro Cossio 2008

Dos nasqueños en el extranjero (Por: Salvador Navarro)

Me encontraba de visita en el zoológico de Atlanta en los Estados Unidos, cuando me llamó la atención un cerco grande, muy limpio, con abundantes y cuidados fardos de alfalfa; al fondo, una pared blanca impedía la vista de otro ignorado ambiente. No se veía animal alguno, hasta que saliendo de atrás de esa pared, hizo su aparición un hermoso burro de color plomo. ¿Qué hacía allí ese burro? ¿Tan extraño era para los gringos un modesto pollino que lo exhibían como animal raro? ¿Eran Tan raros los gringos? ¿Era acaso un burro tan importante como las jirafas, los leones o los gorilas? Lo cierto es que este burrísimo jumento estaba allí prisionero como animal raro. Pero, qué clase de prisionero… con amplitud de desplazamiento, sin trabajar. Gordo, bien papeado… ¡Quién como él!, me dije, ¡Cuántos de mis paisanos quisieran estar en su pellejo! Cuánta alegría y sorpresa me causó este encuentro, sorpresa que fue en aumento cuando el noble jumento, se acerca a mí, me mira fijamente y comienza a rebuznar moviendo la cola y levantando el hocico en señal de amistad y regocijo. A los gringos que estaban a mi lado, ni siquiera los miró. ¡Dios mío!, ¿por qué no se dirigió donde ellos? Se acercó más a mí, muy cerca, para que lo acariciara… yo le pasé la mano por la frente y luego por la suave piel de su pescuezo, ambos expresábamos nuestro contento ante las asombradas miradas de los allí presentes. Pero, ¿qué había pasado? -Muy sencillo. Ese burro era peruano. No solamente peruano sino también nasqueño. Porque de seguro este, en su remota niñez me vio meter goles allá cuando, en mis últimos suspiros futbolísticos, jugué en el “ 18 Amigos de Nasca”; o quizá me condujo grogui después de alguna jarana en Socos, Copara, Las Trancas o Matara. Ya me retiraba, pero acordándome de Lord Byron, quien decía que una de las cosas más incomprensibles en los seres humanos es la inclinación a ocultar sus sentimientos, volví sobre mis pasos para depositar un beso sobre la frente del noble jumento. Esa es la suerte del nasqueño, sin hacer diferencias y en cualquier parte del mundo, nos reconocemos, nos abrazamos, nos queremos… En la plaza de armas de Nasca, en la tertulia diaria bajo el estrellado cielo, con una de esas malvadas ocurrencias del grupo, uno de los amigos puso colofón al cuento: -¡Qué cara te vería!… ¿no crees que los burros pueden reconocer a otro burro en cualquier país que estén? (de: Cronista de Nasca. Lima, 2008) Más sinopsis sobre Dos nasqueños en el extranjero
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Dos nasqueños en el extranjero por Salvador Navarro Cossio 2008

Los llamadores (Por: Salvador Navarro)

Durante un verano especialmente seco y cálido como es usual en esta tierra de Nasca, mi pequeña hija Lily de apenas un añito de edad, enfermó repentinamente sin que los médicos atinaran a dar con el mal. La fiebre, la inapetencia, los labios resecos, el llanto continuo y los ojazos brillantes eran una señal inconfundible de "ojo". Así que, agarré mi camioneta y me fui a Jumana, a la chacra de mi compadre Armando Muñoz a buscar a la llamadora. Desgraciadamente, ya era finada. Pero estaba Lola, su hija, quien me dijo -¿Y para qué estoy yo?- Y sin mayores preámbulos se trepó al carro, porque, como no dejó de advertir, en casos como ese no hay que perder tiempo, pues las criaturas son frágiles y se van rapidito, como tortolitas. La Lola, en cuanto miró a la niña, dijo: - Esta criaturita está ojeada y asustada, ¿no ven sus pestañas separadas? A ver, la frente-, y diciendo y haciendo, pasó la lengua por la frente calenturienta, confirmando: -¡Está salada! Ahora, déjenme sola con la chiquita bonita, que ahorita la pongo bien-. Nos quedamos todos, la familia en pleno, solemnes y expectantes, esperando en el cuarto vecino. Se hizo un silencio que a nosotros nos pareció muy largo, pero luego, poco a poco se dejó oír la voz aflautada y cantarina de Lola, muy tenue al comienzo, afinándose para llamar como si viniera de lejos, de muy lejos, y al mismo tiempo llegaba el apagado rumor de un roce en el piso de cemento, que entendimos lo producía al arrastrar el atadito con los vestidos de la niña. Nos parecía que daba vueltas y vueltas, llamando, llamando..., a veces como si la llamara muy cerca al oído con la voz lejanísima, prolongada, como si buscara su ánima, reclamándole volver a su persona. Lo más extraordinario era que la niña se mantenía callada y al parecer tranquila, ni lloraba ni reclamaba a su mamá. Mucho después, -o así nos lo pareció- cuando al fin Lola se asomó a la puerta con la niña dormidita en sus brazos, murmuró, -Hemos estado a tiempo; un poco más, y se pasa-. Pidió aguja e hilo, y con rapidez y delicadeza sus soleados y delgados dedos armaron un paquetito rojo, similar a un detente, relleno quién sabe con qué hierbas, semillas o huairuros, bien rezadito, el cual prendió en el ropón que Lily llevaba puesto. -Es un seguro-, dijo, -debe llevarlo siempre pegado al cuerpo, no te olvides. Seguramente ya adivinan el resto de la historia: Al día siguiente la niña amaneció fresca y lozana, con hambre y ganas de cantar, bailar, jugar y fastidiar. Y, bueno, de los doctores, qué podemos decir. Aunque extrañados por la repentina mejoría de la niña, como buenos paisanos, ellos sabían que cuando la ciencia no atinaba, era porque con seguridad se trataba de "ojo" o "susto" ¡y ya escapaba a su competencia, pues! (En: Cronista de Nasca, Lima, 2008) Más sinopsis sobre Los llamadores
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Nasca: El barrio de las Latas (Por. Salvador Navarro)

Para ese entonces, en la década de los años veinte, ya no se hablaba en Nasca del convento que existió hacía muchas décadas entre las calles Lima y Grau y que comenzaba en lo que actualmente es la cárcel pública. Ya por entonces también había ya desaparecido la acequia que por el centro surcaba en toda su extensión, desde Bisambra hasta la Tahona, la calle Principal que ahora se llama Lima, donde la señora Isidora Mata, esposa del señor José Pazos Corzo, recién iniciaba la venta de lotes de terrenos rústicos para la construcción de viviendas urbanas. El Hotel de Turistas, al igual que la plazuela Bolognesi, eran terrenos baldíos propiedad del señor Pablo Espejo Rojas, y el Colegio Enrique Fracchia que donara la señora Anita Roncagliolo viuda de Fracchia, aún no se edificaba. Era la época pródiga de Nasca: el áureo metal salía en abundancia de sus minas en Sol de Oro y eran favorables los años de agua, cuando las avenidas eran de gran volumen en los ríos de Las Trancas, Aja y Tierras Blancas. También en el urbanismo nasqueño había hecho ya su aparición el conocido "Barrio de las Latas", al final de la calle Grau; había surgido a raíz del desborde del río Nasca que destruyó las precarias chozas de adobe y carrizo que ahí existían. Las Latas de gasolina se podría decir que eran como unidad de medida de capacidad. En las tiendas y en los tambos se pedía una lata de arroz para significar dieciocho kilos o se compraba una lata de galletas de agua o una lata de aguardiente o de cañazo. Las latas en que llegaba la gasolina o el kerosene, venían de a par en cepillados y bien presentables cajones de madera. Esas latas terminaban su periplo como depósitos de basura y era normal encontrar botadas infinidad de ellas. Como no tenían costo alguno, la gente menesterosa las extendían para, uniéndolas, hacer sus rústicas y minúsculas viviendas al final de la calle Grau, colindante con el río, formando así el conocido Barrio de las Latas, con sus míseras cantinas de piso de tierra, de paredes de lata y bajísimos techos también de lata. Muchas veces a este Barrio de las Latas, visibles personas de Nasca recalaron a terminar la mona en otros sitios iniciada. María Astorga, mujer del marqués, recibía y atendía a José Pazos, Pedro Montoya, a los hermanos Ancaya, a Chico Cristóbal Valle, a Ricardo Roncagliolo o al mataperro de Nicolás de la Borda, a quien no veía desde aquella vez en que llegara con ese buenmozo joven de Ica, medio gago, que prefería el pisco a la cerveza. Ese señor a quien su comadre Bartola Panizo, cuando se lo presentaron, le dijera: -¿Señor Lucho Massa? -Si... si... se – se – ñora; para ser – ser –servirla. -¡Qué gusto conocerlo! ¡Me han hablado tanto de usted! -Ajá –Ajá – Se – se – señora -¿Y sus hijos señor Massa? – A ellos sí los conozco de vista. ¡Qué buenmozos! -Fa – fa –favor que me ha – hace se – se – señora -¿Y podría decirme, señor Massa, ha salido alguno gago como usted? -Mi – mire Ud. se – se – señora. Yo, a nin – ninguno de mis hijos los he – hecho con la len – lengua. Últimamente ya no se gastaban bromas con ella porque sabían lo que, molesta, le contestó a Chico Valle, que con sus pícaros y castaños ojos, burlándose del Marqués, comenzó a canturrearle: Anoche que te vi paseando con tu negrito maricón, con sus zapatitos bayos y el pique que allí está Ají, Ajó la leva de tu señó Ají, Ají, Ajó...... -¡La puta que te parió!, replicó colérica, María Astorga. El periplo obligado de los amigos de las francachelas era empezar los tragos en el Hotel Lima, continuando donde Pancho Muñoz y rematando finalmente donde María Astorga, mujer del marqués,de Eulestia en el Barrio de las Latas de Nasca. Este es el escenario en que se habían desarrollado las últimas andanzas del Marqués y de donde partió finalmente a la eternidad. El Barrio de la Latas persisitió todavía hasta bien entrada la década de los años sesenta. Fragmento de un relato del libro de Salvador Navarro Cossio, "Cronista de Nasca", Lima, 2008.Más sinopsis sobre Nasca: El barrio de las Latas
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Nasca: El barrio de las Latas por Salvador Navarro Cossio 2008

El doctor Morsecki y los Apus de Nasca (Por: Salvador Navarro)

A propósito de la influencia de los cerros en el destino de los hombres, ha quedado en la memoria de Nasca la extraña fascinación del doctor Morseski por los cerros de Nasca; su llamado era tan fuerte que lo llevaron hasta un trágico final. Cuentan que allá por el año 1918, llegó a Nasca un médico ruso llamado Ignacio Morseski, traído por el millonario comerciante y agricultor italiano Enrique Fracchia. Se habían hecho amigos en Lima donde el médico llegó huyendo de la implacable persecución bolchevique luego de la sangrienta revolución rusa, Fracchia, logró convencerlo y lo trajo a Nasca alojándolo en las cómodas instalaciones de su hacienda Majoro. La presencia de este médico ruso, fue una bendición para el pueblo de Nasca. Hombre dotado de excepcionales condiciones profesionales y de una profunda sensibilidad por el prójimo, se dedicó por completo a servir diaria y gratuitamente a la infinidad de personas que contritas y esperanzadas caminaban desde tempranas horas de Nasca hasta Majoro, para recibir sus milagrosas curaciones. Nunca se supo que este samaritano europeo cobrara honorario alguno por sus servicios profesionales. Muy querido y quizás por la fe que en él tenían, algunas viejas gentes campesinas de ese entonces, le llamaban "TAITA HUIRA". Los apus parece que ejercían sobre él un extraño influjo; no se sabe qué poder telúrico lo atraía a los cerros. No escuchaba los consejos de los lugareños sobre el peligro que encierran las trochas y desfiladeros deleznables de las alturas. Muchas veces su retorno a Majoro se producía ya bien entrada la noche. Para tranquilidad de los nasqueños, aceptó como acompañante a Pompeyo Maldonado, conocido huaquero que sí sabía de los peligros que tenía que evitar don Ignacio Morseski. Desde muy muchacho Pompeyo había caminado y conocido los cerros de la zona, de manera que su presencia ofrecía seguridad a las inquietudes ecuestres del médico ruso. Por otro lado, Pompeyo se enorgullecía del codiciado privilegio de ser el acompañante del Dr. Morseski. Fue un fatídico domingo siete, cuando quiso el destino que el silencioso médico ruso decidiera escalar la cumbre majestuosa del cerro ‘‘Fraile'''', que desde hacía tiempo se había constituido en su obsesión. Desde que llegara a Nasca, su mirada siempre se centraba en ese cerro. Parecía que con ansia, acariciaba el momento en que alcanzara sus alturas. Era una fuerza incontenible que lo dominaba, que lo impelía a la montaña, a encontrarse tal vez con los arcanos remotos de los Nascas ¿Vino quizá para eso desde las estepas rusas? Pero Pompeyo se negó a emprender el viaje. Algo le anunciaba peligro. Su rotunda negativa también obedecía, no solo al presentimiento, sino que, como buen moreno que era, fielmente creía en el mal agüero del domingo siete. Mas, ¿qué hacer?, donde manda capitán no manda marinero. Iniciaron la caminata a las primeras horas del día. Según Pompeyo, todo se desenvolvía sin novedad, pero, ya en las alturas, Morseski insistió en pasar adelante, distanciándose apreciablemente de él, no obstante sus advertencias y, en un recodo del ascenso lo perdió de vista para no verlo más. No oyó ni un grito. Nada. Nada. Pompeyo, muy asustado, gritó hasta enronquecer y su mirada escudriñó los más recónditos lugares en donde pudiera estar su acompañante, pero todo fue en vano. Morseski había desaparecido. Entrada la noche, Pompeyo, más muerto que vivo, temblando de miedo logró llegar a Majoro y luego a Nasca para dar la trágica noticia. La tranquila villa se remeció hasta sus cimientos. En un primer momento se negaron a aceptar que pudiese haber muerto, y albergando la esperanza de encontrarlo con vida, se lanzaron al rescate. La población entera se volcó a los caminos. Una línea de antorchas en fantasmagórico desfile se desplazó entre cerros y quebradas durante toda aquella larga noche, buscando y llamando. Finalmente, encontraron al fondo de un barranco, el cadáver intacto del malogrado médico ruso. A la tristeza que embargaba a la multitud, se aunó un furtivo comentario, apenas un susurro que corría de boca en boca, de que el cerro se lo había llevado. No se recuerda en la historia de este pueblo, acontecimiento más luctuoso que el entierro del doctor Ignacio Morseski. Velado en el Deprofundis de la iglesia cercana a la Plaza de Armas, fue llevado posteriormente con impresionante acompañamiento del pueblo entero, entre cánticos y sollozos al camposanto, inaugurando casi el cementerio San Luis de Aja, que pocos días antes, con el entierro del profesor Atanasio Anicama, había iniciado sus fúnebres servicios. Más sinopsis sobre El doctor Morseski y los apus de Nasca
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El doctor Morseski y los apus de Nasca por Salvador Navarro Cossio 2008

Una gringa en Nasca: María Reiche (Por :Salvador Navarro)

-Buenos días. ¿Estar señor alcalde? Yo querer verlo. Una gringa alta, de lentes, de académica apariencia y armonioso cuerpo me hacía esta pregunta con marcado acento teutón; se refería al joven burgomaestre José Pazos Mata, quien en ese entonces –año 1946- presidía la Junta Municipal Transitoria de Nasca. Era uno de los primeros meses de ese ya lejano año cuando Nasca todavía no se recuperaba de los estragos del terremoto del 42. Yo, que desempeñaba el cargo de secretario de la Municipalidad, le hice saber que él no tardaría en llegar y le rogué tomar asiento en el despacho de la alcaldía. Poco después hacía su aparición Pepe Pazos y al enterarse de la presencia de la doctora María Reiche, que era la persona referida, me dijo con su conocida jovialidad: -Acompáñame negro, tú que eres medio gringo. Fue así como el destino me deparó la suerte de conocer a la entonces joven María Reiche, cincuenta años más tarde reconocida como sabia de resonancia mundial. Fue así como estuve presente durante la conversación con que se inicia la gesta del descubrimiento de las líneas y dibujos de las pampas de Nasca, al lado de José Pazos Mata, uno de los mejores alcaldes que Nasca ha tenido. En esa entrevista, logró María Reiche hacerse entender en su difícil castellano, expresando que el doctor Paul Kosok, prestigioso catedrático de la Universidad de Columbia se había dirigido a ella, quien se encontraba trabajando en el Cuzco, para encargarle viajar a Nasca para estudiar los interesantes trazos y dibujos, cuya presencia él había podido confirmar desde el avión en que viajaba sobre las Pampas de San José, cercanas al distrito de Ingenio; que por tal razón ella venía a solicitar la autorización para realizar sus investigaciones in situ, y, de ser posible gozar de alguna ayuda económica. Pazos Mata, con la fineza que lo distinguía, le respondió que le agradecía en nombre de Nasca hacerle saber de este nuevo hallazgo de la historia antigua de su pueblo y que, como alcalde la autorizaba para realizar sus trabajos e investigaciones en las mismas Pampas. En cuanto a la ayuda económica, no pudo ofrecérsela pues los recursos municipales eran estrechísimos. Recuerdo que no había dinero ni para reparar el reloj público afectado por el terremoto ni restituirlo en el frontispicio del local del municipio. Ese reloj aún existe en el mismo lugar aunque siempre con irregular funcionamiento. Sin embargo, Pazos Mata le ofreció movilidad para trasladarse de Nasca a las Pampas en el nuevo y recién adquirido camión de la Baja Policía. En coordinación con el doctor Alberto Rossel Castro, párroco de Nasca e inspector de museo y biblioteca, dio precisas instrucciones para que ella pudiera movilizarse junto con el chofer en las oportunidades que ella creyera convenientes; dispuso también que se le dieran órdenes de compra para algunos víveres y escobas –con alemán sentido práctico ella tenía ya como prioridad la limpieza de los trazos- para las tiendas de don Alejandro Lisung y don César Augusto Lí. (En: Cronista de Nasca, Lima, 2008) Más sinopsis sobre Una gringa en Nasca: María Reiche
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Una gringa en Nasca: María Reiche por Salvador Navarro Cossio 2008


Cahuachi: El centro ceremonial en adobe más grande del mundo (Por :Josué Lancho)

Cahuachi, centro ceremonial nasqueño de profunda significación en la región costera del sur del Perú, aparece en los años 300 a 400 a. de C. con una connotación de santuario en una pequeña sociedad dominada por la clase sacerdotal. A lo largo del tiempo va adquiriendo una predominancia que se evidencia en su arquitectura monumental en la que dominaba el Templo del Escalonado, construido de adobes cónicos. Más adelante, alrededor de los 300 a 400 años d. C., la construcción de la Gran Pirámide y el Gran Templo manifiestan que Cahuachi había alcanzado la categoría de capital teocrática. La decadencia traumática de Cahuachi, alrededor de los años 300 a 400 d. C., y su posterior destrucción entre los 450 a 500 años d. C., han constituido hasta hace pocos años un profundo misterio. El doctor Giuseppe Orefici, a cargo del Proyecto Nasca desde el año 1997, respaldado por las 145 excavaciones realizadas en los veintidós conjuntos templares, da una interpretación de las razones de la decadencia y destrucción de Cahuachi. Señala que Cahuachi fue asolado por dos catástrofes acaecidos entre los años 350 y 400 d.C.: un terremoto seguido de un gigantesco aluvión, que debieron tener un terrible impacto psicológico en la gente del lugar, devotos de la divinidad local. Frente al desolador panorama de los destruidos templos erigidos en honor de sus dioses, en el imaginario colectivo surgió la responsabilidad directa de la divinidad. Para aplacar la ira de los dioses habrían ejecutado masivos sacrificios humanos, y finalmente procedieron a la destrucción del centro incendiándolo en feroz reproche a los cielos. Dice el doctor Orefici que, finalmente, en un hecho que inexplicable en nuestros días pero coherente con el cosmocentrismo americano, los escombros fueron cubiertos y sellados con una gruesa capa de arcilla. Cahuachi quedó convertido en necrópolis perenne. Cahuachi se encuentra en las cercanías de la Pampa de Jumana, donde están plamadas las Líneas de Nasca, pampa considerada como centro ceremonial abierto, respecto de la cual Josué Lancho no duda en atribuir una relación lógica y vinculante con el santuario de Cahuachi. Josué Lancho Rojas, historiador nasqueño, presenta en esta obra los trabajos desarrollados por el Centro de Investigaciones Arqueológicas Precolombinas presididas por el doctor Giuseppe Orefici en la zona de Cahuachi, provincia de Nasca, provincia de Ica, que han permitido establecer la presencia del antiguo hombre en la región desde el Periodo Pre-cerámico (4 282 años a. C), hasta su abandono como centro ceremonial, el año 400 d. C. Incluye información sobre la arquitectura santuario, describe la Gran Pirámide, el Templo del Escalonado. El Proyecto del Dr. Orefici incluye también excavaciones en Estaquería, importante centro ceremonial ubicado a 4 km al oeste de Cahuachi; está constituido por un conjunto de 240 estacas de guarango, de allí su nombre. Diversas hipótesis intentan explicar su función y finalidad, y de acuerdo con ellas se le define como Gran Reloj Solar, anfiteatro anatómico, y también observatorio astronómico. En fin, esta fina publicación profusamente ilustrada con bellas fotos del lugar, no hace sino acrecentar el profundo interés mundial que suscita la enigmática tierra de Nasca. Más sinopsis sobre Cahuachi: El centro ceremonial en adobe más grande del mundo
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Cahuachi: El centro ceremonial en adobe más grande del mundo por Josué Lancho Rojas 2008

De Nasca: La calaverita (Por : Salvador Navarro)

Llama mucho la atención observar que en un apreciable número de huacos o ceramios de finísima arcilla nasquenses se encuentra a menudo como motivo ornamental, la representación de cabezas humanas. Muchas de ellas aparecen sostenidas por un cordel que pasa por las perforaciones hechas en el parietal; otras aparecen llevadas al cinto, como trofeos de sus bárbaros poseedores. Pero, ¿Por qué hacían esto los antiguos nasqueños? ¿Obedecían a algún secreto rito? ¿O se trataba de una expresión de superioridad guerrera? ¿Qué fue en realidad? Es posible que las cabezas humanas que concitan nuestra atención, bien pudieran significar trofeos de guerra, con la facultad de otorgar algún poder especial. Pero es importante que resaltemos la siguiente información que se lee en las vitrinas del Museo Arqueológico de Pueblo Libre: “A la cabeza Humana, se le atribuyó contener el espíritu y el poder del personaje a quien pertenecía. Por tanto, el saber y el valor de un ser humano, podía ser tomado con su cabeza. “Este fue el motivo por el cual la caza y conservación de la cabeza humana, fue una actividad ritual y cotidiana entre los pueblos guerreros.” Y, como rezago de esos ancestros, aún se arrastra la costumbre en los pueblos de la sierra y en muchos de la costa, de velar una calavera. Es decir, tenerla para rezarle y prenderle su vela en determinadas fechas, a fin de obtener su protección en caso de robos y desgracias, así como para defensa frente a las “apariciones” o seres ya “desencarnados”; pero sobre todo, para atraer la buena suerte. En las peleas de gallos, no hay gallero que no tenga su “calaverita”, a la que no le falta su velita prendida, que es la llama de esperanza para conseguir el triunfo de su “cenizo” o de su “ajiseco”. A este respecto, es lamentable decir que en Nasca los depredadores de tumbas no perdonan el descanso eterno de un gallero, jugador o huaquero difunto, porque los estiman sobremanera para compañeros y guardianes de sus símiles vivos. Es muy difícil que a cualquier brujo que se respete, pueda faltarle su “calaverita” para la buena suerte, siempre pronta a recibir el aura de su infaltable velita. Y si no, aquí les va esta pequeña historia, tal como me la contaron: “De pronto, sentí un extraño ronquido proveniente de la mesita en que se encontraba mi inseparable calaverita. Silenciosamente me levanté y observé la tenue lucecita de la vela que se extinguía. Hice la señal de la cruz y volteé para retornar a mi cama. No pude contener un grito de horror al descubrir en la blancura de la sábana el repugnante desliz de una enorme tarántula negra. Tembloroso, cogí mi zapato y de un certero golpe la maté.” Fue ésta la reseña que en Ica me hiciera mi amigo Lucho, el famoso brujo Lucho, el de las extrañas ojeras alrededor de unos cansados ojos, que sugerían que su propietario había visto más cosas de este y del otro mundo, de las que querría uno saber. Vivía en una casita cercana al cementerio de Saraja, y solía decir: -¡Después de Dios y el Señor de Luren, mi calaverita! Más sinopsis sobre De Nasca: La calaverita
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De Nasca: La calaverita por Salvador Navarro Cossio 2008

Un curita historiador: Alberto Rossel Castro (Por :Salvador Navarro)

Alberto Rossel Castro, el curita historiador, llegó a Nasca el año 1941 para hacerse cargo de la parroquia de esa jurisdicción. El año 1942 vivió con el pueblo nasqueño la terrible experiencia del terremoto del 24 de agosto. Vio cómo se destruyó el templo junto con la mayoría de edificios del pueblo. La reconstrucción de la ciudad fue una tarea de largo aliento en la que él también puso el hombro. Tomó a su cargo la implementación de una capilla que se erigió en la Av. Canales, hoy Av. María Reiche, e inició el proyecto para la construcción de un nuevo templo, que no se llegaría a concretar sino hasta treinta y cinco años después. El año 1946, era concejal inspector del Museo y Biblioteca, en la Junta Municipal Transitoria que presidía José Pazos Mata. El cargo le caía como anillo al dedo por su inclinación a las investigaciones arqueológicas. Investigaba la diversas formas de la cultura Nasca, rescataba los ceramios para el Museo y se interesaba por las líneas de Nasca y el sistema de acueductos que cruzaba el valle bajo los ríos de Nasca. Fue en esa época que llegó a Nasca María Reiche y él fue el encargado de facilitarle los medios para su trabajo de campo en las Pampas. Cuando en 1950 fue trasladado a una parroquia de Ica, prosiguió sus investigaciones, esta vez ya no solo arqueológicas sino también históricas, bebiendo de las fuentes primarias de los archivos de ica para encontrar los documentos que diesen luz sobre la fundación colonial de las provincias que conforman el departamento de Ica: Ica, Pisco, Chincha, Palpa y Nasca. Nos refiere en su obra que de estos tema trata: historia regional de Ica: época colonial, t.I (1964) que se vio impulsado a la investigación documental en vista de los errores y contradicciones que se publicaban sobre la fundación de la Villa de Valverde. Fue en busca de los documentos, hurgando con paciencia en archivos particulares y nacionales, como los archivos notariales de Ica, el archivo de la Beneficencia Pública de Ica, archivo del Ministerio de Hacienda, Archivo Arzobispal de Lima, Sección Curatos, Archivo Nacional, sección Histórica, y otros. Pudo establecer fehacientemente que la Villa Valverde del Valle de Ica fue fundada el 17 de junio de 1563. El capítulo VII, titulado “Historia colonial del valle de Nasca” se refiere que desde antes de la Conquista el valle de Nasca fue conocido por el nombre de Kajamarca, como lo registran los títulos de escrituras, testamentos, provisiones de los corregidores, Cédulas Reales que empiezan con este tenor: “en el pueblo de Cajamarca de la Nasca…”. El paso del padre Rossel por Nasca está recordado por una reliquia que él dejó: en el Museo Municipal de Nasca, existe un hermoso huaco grande de fina loza, reconstruido maravillosamente por Dr. Alberto Rosell Castro cuando fuera inspector de Museo y Biblioteca el año 1946. Muy amigo del autor, un buen día me llamó a su parroquia para mostrarme una piedra ploma chata de canto rodado, en la cual aparecían perfectamente marcadas las huellas digitales de los cuatro dedos, a partir del dedo índice, de una mano derecha humana, pieza arqueológica que estimo única en su tipo. El padre Rossel nació el año 1905 y falleció el 21 de noviembre de 1983. Era miembro de la Sociedad Geográfica de Lima, de la Sociedad Internacional de Americanistas, de la Sociedad Arqueológica de Bolivia, miembro correspondiente del Centro de Estudios Histórico Militares del Perú y socio del Instituto Iqueño de Cultura y Promoción Regional. Asimismo, era profesor del Colegio Nacional San Luis Gonzaga de Ica. Es Autor de las siguientes obras: Caciques y templos de Ica. Lima, 1954. Historia del Colegio Nacional de San Luis Gonzaga de Ica. Historia regional de Ica: Época colonial, tomo I. Lima, 1964. Arqueología sur del Perú: Áreas valles de Ica y la hoya de río grande de Nasca. Lima, 1977. Y de diversos artículos publicados en las publicaciones periódicas de las entidades académicas de las cuales era miembro de número. (Ver en: Cronista de Nasca, Lima, 2008) Más sinopsis sobre Un curita historiador: Alberto Rossel Castro
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Un curita historiador: Alberto Rossel Castro por Salvador Navarro Cossio 2008

Mujeres de Nasca: Magdalena Robles (Por :Esperanza Navarro)

Mujer de carácter, la estela de su vida se plasma entre dos milenios y se alarga a lo largo de tres siglos. Magdalena Robles Canales nació en Palpa (Ica, Perú) el 25 de abril del año 1898, y falleció en Lima el 2008. Hija de don Federico Robles, próspero ganadero de Nasca y de doña Ruperta Canales, natural de Palpa. Fue la mayor de los cinco hijos de ese matrimonio, y esa circunstancia la hiszo asumir responsabilidades a muy temprana edad, Cuando tenía doce años de edad falleció su padre, motivo por el cual ella, que había concluido sus estudios primarios posiblemente en Ica, se vio en la necesidad de empezar a trabajar como profesora en Palpa. En 1918, su familia se encuentra establecida en Nasca, donde Magdalena empieza a trabajar en la escuela constituyéndose así en la primera maestra del pueblo. El año 1929, la familia se traslada a Lima, donde ella va a laborar en el Centro Escolar de varones Nº 471, del Callao, sito en la calle Washington. en la década de los años treinta, después del asesinato del presidente Sánchez Cerro, asume el gobierno don Óscar R. Benavides. Su esposa doña Paquita Benavides, preoocupada por la salud y el bienestar de los niños, funda la Climática de Ancón. Magdalena, bajo esa inspiración establece la Climática del Callao, centro vacacional de veraneo para niños de escasos recursos, aunque muy pronto se ve desalentada en la empresa por el escaso apoyo oficial. Pocos años después, lleva esta iniciativa a Nasca, donde iba a ser de gran provecho, considerando que la ciudad se encuentra muy distante del mar, lo cual imposibilitaba a la mayoría de los niños del pueblo pasar un día de playa. Es así que crea la Climática en el vecino puerto de Lomas (Caravelí-Arequipa), la cual existe hasta nuestros días y lleva su nombre. Funcionaba en cuatro turnos de quince días cada uno y para cuarenta niños cada vez, quienes gozaban de alojamiento y comida sin costo alguno. Magdalena ejercía un liderazgo absoluto, lo que garantizaba el buen comportamiento y la seguridad de los chicos, además de una orientación moral y religiosa. Más adelante,ella emprendió el proyecto de construir las instalaciones, a fin de contar con un local propio. La financiación de la obra, igual que el presupuesto de la Climática se sustentaba por las donaciones de los hacendados, comerciantes, empresarios y particulares en general de Nasca, quienes no podían hacer caso omiso de los argumentos de la persuasiva y respetada Magdalena Robles. Después de treinta y cinco años de enseñanza en el Centro Escolar del Callao, se retira del servicio, pero, inmediatamente, el año 1957, es llamada para hacerse cargo de la dirección de la escuela que hasta entonces había llevado el nombre de "Refectorio Escolar" (ahora "Centro Escolar Micaela Bastidas") y que ahora pasaba a ocupar un nuevo local propio en Bisambra, compartiendo el terreno del Jardín Escolar que dirigía la señorita Emma Zanabria. Al cumplir cuarenta años en la docencia, se jubila con honores. En su casa, sita en la cuadra once de la Av. Brasil, continuaba, como lo hacía desde la década de los años 30, recibiendo en pensionado a jovencitas nasqueñas que seguían estudios en la capital. En noviembre del año 1990 le fueron conferidas las Palmas Magisteriales, tanto por su aporte a la docencia como por su sustantiva labor en la creación y sostenimiento de las Climáticas. El año 1998 celebró su centésimo cumpleaños, aunque casi ciega conservaba íntegramente sus facultades mentales y hacía gala de una memoria prodigiosa. Falleció el 19 de enero del 2008 a la provecta edad de 109 años. Semblanza que aparece en el apéndice de personajes nasqueños del libro "Cronista de Nasca" de Salvador Navarro Cossio, lima, 2008. Más sinopsis sobre Mujeres de Nasca: Magdalena Robles
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Mujeres de Nasca: Magdalena Robles por Esperanza Navarro 2008

Historia de Nasca (Alberto Rossel Castro)

En "Historia regional de Ica: época colonial", t.I (1964), de Alberto Rossel Castro, el capítulo VII, titulado “Historia colonial del valle de Nasca” refiere que desde antes de la Conquista el valle de Nasca fue conocido por el nombre de Kajamarca, como lo registran los títulos de escrituras, testamentos, provisiones de los corregidores, Cédulas Reales que empiezan Con este tenor: “en el pueblo de Cajamarca de la Nasca…”. Señala que el Repartimiento de Kajamarca comprendía tres grandes Parcialidades: Nasca, Kollao y Palpa. Que la “Parcialidad de Naska se extendía por las quebradas de Aja y Kopara, en el decir de hoy, tierras Blancas y Las Trancas. Que la Parcialidad del Kollao correspondía al valle de Ingenio, la Parcialidad de Palpa se situaba entre las quebradas del Río Grande y la de Viscas. Señala que trece ayllus conformaban la Parcialidad de Nasca, de los cuales solo se cuentan los ayllus Amoto, Kopara, Poruma, Kantallo, Siamesas y Pallas, los cuales pertenecían a la Encomienda del capitán don Pedro Gutiérrez de Mendoza. El Ayllu Kollana era el principal y sus componentes se jactaban de pertenecer a la sangre real de los Incas del Cusco. A este ayllu pertenecía la dinastía de los Naska, cuya familia residía, a la llegada de los españoles, en el pueblo incaico de “Kajamarca”, cuyas ruinas se encuentran a la salida de la actual ciudad y conocemos con el nombre de “Paredones”. Rossel nos dice que los caciques principales del Repartimiento de Kajamarca el año 1546 eran don Francisco Nanaska y don Alonso Rimansa, hijo este de Anqueada, poseedores de las tierras de Kollao y kajamarca. Así lo declararon ambos ante el primer Alcalde Ordinario don Nicolás de Rivera el Viejo el 17 de de junio de 1546 en documento que consta en el file “Derecho de Propiedad”, Leg. 3, cuaderno 83, año 1546, en el Archivo Nacional. Al primer cacique, don Francisco Nanaska, le sucede en el cacicazgo de Kajamarca, su hijo legítimo don garcía Nanaska, quien en su testamento fechado el 4 de noviembre de 1569, ubicado por el P. Rossel en el Archivo Nacional, manifiesta que tiene un hijo legítimo llamado García Nanaska, de dos años de edad, por lo que delega el poder de gobernar el cacicazgo en su hermano don Pedro Vilcanchana. El 13 de marzo de 1582, ante el Notario Público García de Córdova, ya figura el nombre de García Nanaska, a la edad de 19 años, juntamente con los otros representantes del Repartimiento, como don Luis Vininanchana, don Fernando Capcha, Don Baltasar Camote y don Francisco Michilla, lo que demostraba, dice Rossel, que don García Nanaska se había ya hecho cargo del cacicazgo. Sobre al fundación del pueblo colonial de Santiago de la Nasca, relata que don García Nanaska, padre y don García Nanaska (hijo), fueron los verdaderos benefactores del valle de Kajamarca, quienes donaron a los encomenderos sus bienes “para la formación del pueblo colonial en el sitio de la Parcialidad de Naska, dándole el nombre de Santiago Apóstol de Nasca, donde se redujeron los demás indígenas del valle y se dieron los asientos a los españoles el año de 1549, con fecha quizás de 25 de julio, día de la festividad del santo patrón del pueblo. Sobre la fundación del Convento de San Agustín, refiere que así como don García Nanaska había instituido una Capellanía en el altar de San Pablo con un parte de sus bienes, don García Nanaska (hijo), siguiendo el ejemplo de su padre, gravó a censo sus haciendas a favor de los padres Agustinos de Lima, a condición de que estos dijeran doscientas misas a favor de su alma y fuera sepultado su cuerpo dentro de la Iglesia de Santiago Apóstol de Nasca. es así que el 16 de mayo los Agustinos pidieron la ejecución de la voluntad del cacique y la licencia para edificar la iglesia del Convento de los Agustinos en el Valle de la Nasca, la erección del cual se realizó el año de 1591. Continúa el autor narrando que la población colonial de Nasca fue elevada a Villa y sus términos precisados en Acarí, Anan-Huayurí, Urin. Huayurí, Palpa e Ingenio, en tiempo del Virrey don Luis de Velasco, Conde de Nieva, y en la misma época de la erección de la villa de Valverde de Ica que se realizó el 17 de julio de 1563. Dice que fue el cacique García Nanaska (padre) el que dio asiento a los vecinos y moradores españoles, a los soldados cristianos servidores del Virrey, para una casa y una huerta, según las normas impartidas desde España por el Rey. Este asiento se hizo en el mismo lugar donde se encuentra la actual ciudad de Nasca. Sobre la demografía de Santiago de la Nasca nos dice que el padrón de la población urbana levantado el año 1778 por orden del Arzobispo de Lima, Monseñor Diego Antonio de la Parada y llevado a cabo por el cura de Nasca, Br. Don Tomás Leuro, daba una población de 1 058 personas. En el registro de los españoles casados encontramos la reiteración de apellidos como Rivera, Arias, Galindo, Rosas, Pacheco, Cordero, Uribe, Márquez, Mesa, Figueroa, Aonias, Orozco, Maldonado, Landeo, Jiménez, borda, Salas, Quintanilla, entre otros. El de indios casados nos da los apellidos de Ancaya, Quispe, Ramírez, Chipana, Tecce. Más sinopsis sobre Historia de Nasca
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Historia de Nasca por Alberto Rossel Castro

Los personajes de Nasca (Salvador Navarro)

Compartir la mesa en Nasca, especialmente si se trataba de degustar el bufo manchapecho, adquiría casi un significado de comunión; en casa de mi suegra, doña María Robles, era un ágape salpicado siempre de buena conversa, en el que prevalecía el sempiterno tema de si vendría agua este año, o si habría suficientes reses para beneficiar, porque si no hay carne, una no sabe qué cocinar, compadre Luciano…¿usted, cuántas reses va a traer para el otro mes? Dicen que ahora solo se va vender carne tres veces a la semana, ¿qué vamos a hacer? Ya ve don Maurilio, ya no se puede con esta vida, ¡a veces me da ganas de morirme de una vez…! Don Maurilio, con su paciente y reposada voz le replicaba a doña María: –¿Ahí no tiene usted buenos naranjos, bien altos y fuertes… cuelgue usted una soga… ¡y listo! Mi suegra, la interpelada, andaba en sus hermosos cuarenta y tantos años, fachosa, de rasgos muy finos y ondulado cabello castaño, era muy alabada por la pequeñez de sus pies. Amiguera, bondadosa, de sangre dulce; todos querían ser sus compadres y comadres, así que siempre le llovían las ‘tablas’. Don Maurilio Molina había nacido el año 1884; era padre del doctor Albino Molina Sánchez, médico y diputado por Nasca de 1945 a 1948, y luego en 1963. Cuando se refería a su hijo siempre decía ‘el doctor’: - “… El doctor va a venir en enero con la familia; se van a veranear a San Nicolás…”. Era padre también de Nela Molina, madre de Gonzalo Uribe, casado con Liliana Montoya, hija de Adán. Don Maurilio, era la serenidad andante, viva imagen de la sabiduría nasqueña. Se levantaba todos los días a las cuatro de la madrugada y recorría con tranquilidad las silenciosas calles, atento a cualquier novedad que más tarde comentaría con don Luciano Lancho y Genaro Hernández, a la puerta del mercado, el que quedaba en la calle Arica, cuando el camal quedaba en el puente, antes del terremoto de 1942. Luciano Lancho era de Acarí. Había nacido el año 1892 y era socio de don Maurilio en el negocio de la carne. Buenmozo, de cabellos castaños y rubio bigote, sus grandes ojos azules delataban su sangre italiana y su buen corazón. Murió tempranamente a los 57 años de edad, por un cáncer al riñón, producto de una caída del caballo durante sus viajes a las cabezadas. Fue padre de Andrés Lancho, eminente gallero; de mi amigo Josué, profesor, historiador y ahora notable personalidad del National Geographic, a cada rato lo vemos por TV explicando los misterios de la tierra de Nasca; de Clotilde, madre de Luciano Ponce, novio de mi sobrina Diana Pantac; de Edith, esposa de Ido Roncagliolo; de Salvinia, y también de mi querido amigo Lucho, más lomeño que nasqueño, creativo en la cocina, digno heredero de su madre Augusta Rojas. A veces asistía Jesús Ramírez, hijo de doña Bibiana, la ‘Abuela Bibiana’, como la llamaban los niños. Negra fina, de corazón de oro, era dueña de una chacra en Pangaraví heredada de su marido José Ramírez, poseedor de su tierra por derecho que le llegaba desde los tiempos incas o preincas. De sus hijos, el mayor, a quien ella siempre llamó ‘don José’, era callado, ceremonioso y huraño; infundía respeto entre la chiquillada que tomaba por asalto la chacra. Don José se pasaba largas temporadas en las lomas, pastando el ganado. Se sabía de su regreso cuando la Abuela Bibiana bajaba al pueblo trayéndole charqui de venado a su comadre María. La abuela Bibiana vivió hasta los 105 años de edad; desde su poltrona de retorcido y lustroso tronco de guarango, contemplaba el cementerio nuevo, allá arriba del nuevo barrio de Vista Alegre, y decía: –Ya debería yo estar allá. Su chacra daba las más sabrosas frutas: uvas, mangos, peras perillas, granadas; siempre abierta para los amigos y su prole… los chicos retozaban a sus anchas trepándose a los árboles, aguaitando el puquio de Pangaraví; pensaban que las frutas eran suyas por derecho de abuela…. Ella recibía haciendo gala de la más generosa hospitalidad, aunque sus nietas, adultas ya, miraban con desconfianza las travesuras y estropicios de los mocosos visitantes. Más sinopsis sobre Los personajes de Nasca
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Los personajes de Nasca por Salvador Navarro Cossio 2008

La comida tradicional de Nasca: el bufo manchapecho (Salvador Navarro)

El bufo, sabroso, oloroso, bien sazonado guiso de carne y menudencia de res, originalmente comida de la paila de los negros de El Ingenio, La Banda y Changuillo: las partes más nobles de la res para los amos, la menudencia para festejo de los esclavos. Tan sabroso olía el guiso de la paila que los amos acudían al galpón para compartir el humilde pero opulento yantar. Con el paso del tiempo, el bufo solo podía ser preparado por quien pudiese contar con los casi siempre inaccesibles ingredientes. En Nasca, allá por el año 1943 ya era un lujo preparar el potaje; solo los privilegiados, los reyes del camal tenían acceso a las presas, como don Maurilio Molina Zapata y don Luciano Lancho Cabrejas, amigos, compañeros de trabajo y socios en el negocio de ganado de las cabezadas que se beneficiaba en el camal de Nasca y se expendía en el mercado de la calle Lima. No todos podían comer el bufo original en todo su esplendor, además, prepararlo requería exquisitas condiciones, que la casa de mi suegra, doña María Robles, reunía con largueza: era muy amiga de don Maurilio y de don Luciano, vivía exactamente frente al camal, y siempre recibía con inocente entusiasmo cualquier iniciativa de actividades que salieran de la rutina aldeana de Nasca, como hacer un paseo a la chacra, una excursión en camión a una de las distantes playas, o beneficiar un chancho y preparar chicharrones, tamales, relleno, salchicha… etcétera; parar una yunsa tampoco estaba ajeno a sus intereses. Otro requisito es que su amplia casa tenía una hermosa huerta con rica tierra para preparar cuando gustaseis una pachamanca de cabeza de res… Y, además, un hermoso grupo de amigos y compadres y comadres, de los verídicos y los de tabla. Creo que Luciano era su compadre de tabla. La casa de mi suegra era pues el punto obligado para la cita del bufo. Los comensales no eran muchos y la reunión empezaba después de la jornada de don Maurilio en el mercado; él era el cheff caracterizado. Hacía acto de presencia a eso de las dos de la tarde, acompañado de don Luciano, llevando los codiciados ingredientes: carne de falda (lomo entraña) malaya filete corazón con cocorocó tripa gruesa (choncholì) hígado (asadura) médula (y sesos, mondongo, ubre, lonjita de chancho) Y ya iban llegando los festejantes: la comadre Bibiana Maldonado, muy endomingada para bajar al pueblo desde su chacra; frescachona, serena, oliendo a perfume tabú, las apretadas crenchas en moñito a la nuca; los brazos colmados de dalias acabadas de cortar para la comadre María, y frescos atados de cebolla de rabo y culantro, ambos darían los colores y aromas característicos del bufo. Ahí nomás llegaba el compadre Pato Bendezú con su esposa Dominga. Buscaban sus emplazamientos en la amplia cocina que dominaba el fogón de adobe en alto alimentado con leña de guarango. Alguien traía vino, cachina, para darle alma al cocimiento y para los comensales, y sobre todo para que fuera catándolos el cocinero y entrara en el estado de beatitud necesario para encontrar el punto exacto de los sabores y aromas. Ya iba también tomando punto la fiesta… que se concretaba con la irrupción de Chilo Falcón, llenando los espacios con su hermosa voz de barítono; modulada, impostada, predominaba, cualquiera pensaba que tenían de invitado un actor de teatro o recitador profesional. Doña María disponía que alguna de las chicas de casa que otras comadres de la sierra le iban dejando con el achaque de que `aprendieran’; la elegida iba a la molienda en el enorme batán, con su impecable ‘mano’ de piedra también, asentado a la entrada de la huerta. Las señoras pelaban arvejitas; entonces podía también haber llegado Julia Ramírez, la esposa de Pancho Muñoz, sobrina de doña Bibiana. También podía haber llegado don Eloy Falcón, papá de Chilo y abuelo de mi amigo Jorge Eggerstedt. No se necesitaba música para que fuera fiesta, solo la gustosa y plácida conversación, s Más sinopsis sobre La comida tradicional de Nasca: el bufo manchapecho
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